miércoles, 11 de abril de 2007

El gol que no grité

Fue en ese instante cuando cerré el puño y lo apreté fuertemente, aprisionando así una palabra que debió ser escupida en un clamoroso grito: ¡¡GOL!!

A mi alrededor, aunque el marcador fue un empate, la victoria ya estaba cantada. La cara de todos los que eufóricos habían injuriado al equipo americanista cambió de golpe y un breve silencio acompañado de lamentaciones fueron la prueba de que, al menos en esta ocasión, los Pumas no ganarían, así es, no le ganarían al América.

Un juego en el que no pude gritar ni mentar madres, pero al menos quedé conforme por el resultado, bajo el incomparable ambiente del Olímpico Universitario y ante el rival que más nos odia siempre es bueno no perder.

Y tuvo que ser Germán Villa, después de Cuau el jugador más emblemático del equipo, el que sacara la cara. No ganamos, pero siempre callar al Olímpico y a la “Rebel” es ganancia pura. Gracias Villa por hacerme cerrar el puño y contenerme las ganas de gritar tu gol, de lo contrario hubiera sido signo de una derrota más…

PD. Gracias Lili por llevarme de a gorra.

1 comentario:

Pável dijo...

¿Qué le pasa a los gritos que quedan a medio expulsarse?

Habría que hacer una reforma a las leyes de salud pública que permitan la despenalización del aborto de los gritos: mejor dejarlos salir (aunque ya muertos y a pedazos) que dejarlos ahí en la garganta y en el pecho, enquistándose en el ánmimo.